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Brasileño, pernambucano de Afogados de la Ingazeira, 56 años (viudo hay 11), 3 hijas, 4 nietas y un nieto, solitario, espiritualista

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segunda-feira, 2 de novembro de 2009

El AMOR EN La FORMACIÓN SOCIAL DE BRASIL

El AMOR EN La FORMACIÓN SOCIAL DE BRASIL

¿Por dónde andará el tan decantado Amor?

Examinándose a nuestra vuelta, se percibe sólo un vacío silencioso y desolador, estremecido aquí y allí sólo por la cantilena monótona de los cantadores típicos de ritmos populares que, con sus letras repetitivas intentan persistentemente, en los hacer creer en el romanticismo grotesco por ellas preconizado y exhaustivamente amartelad en nuestros oídos, a punto de formar calos en nuestros ya sufridos tímpanos.

¿Pero, si las canciones de mayor éxito en los medios de divulgación son las que hablan de Amor, como explicar el desaparecimiento del dicho cuyo?
Desde la antigüedad que el Amor es cantado en prosa y verso. Cuando el enamorado príncipe Páris, de Troia, raptó la seductora Helena, esposa de Menelau, la Grecia entera se inflamó; y después de diez años de intensos combates Troia volcó escombros. Por Amor Dante Alighieri colocó Beatriz, su pasión, como su salvadora en La Divina Comedia; y Ulises consiguió retornar a los brazos y abrazos de su amada Penélope, que lo esperó por veinte años.
Ejemplos enternecedores de pasiones avasalladoras ilustran centenas de publicaciones por toda Europa medieval; y en esa escuela los escritores brasileños formatearan su equipaje académica. Quién lee los romances y poemas publicados en Brasil al largo de los siglos 18 y 19, siente envidia de las parejas de aquella época. Textos elaborados por escritores inspirados no en la realidad vivida, pero, en el modelo que idealizaban para dar embasamiento a los sueños de una sociedad que se construiría a partir de los moldees sugeridos. Pena que no dio correcto. La realidad de la sociedad, con su cuotidiano rudo y cruel, suplantó las románticas intenciones de los literatos.

La voz del pueblo se impuso en los usos y costumbres, ignorando la suavidad de las páginas literarias. En un país de ancha extensión geográfica, con personas prácticamente aisladas en los más distantes lugares y sin acceso la educación y cultura, sólo podrían prevalecer los valores locales, alterados lentamente por las eventuales novedades traídas por los raros forasteros, de entre estos, los mercantes, que sólo paraban por el tiempo necesario para deshacerse de las mercancías traídas y poner nuevamente el pie en la carretera.

Las pequeñas localidades siempre se esforzaron para erigir una bella y suntuosa iglesia, como irrefutable demostración de fe, pero, casi nunca manifestaron idéntico entusiasmo para edificar una escuela. Con la influencia de la religión orientando usos el costumbres e instituyendo reglas de comportamiento social, os eventos culturales se resumían a los festejos religiosos, sobresaliendo entre ellas, las conmemoraciones de Natal, as cuadrillas de São João; y hasta lo “escarnio del Judas” se hacía una atracción imperdible. Era el suficiente para una comunidad estructurada bajo los principios de la Iglesia, pero, insuficientes para una sociedad que necesitaba se estructurar y acompañar el desarrollo en ascenso en las grandes ciudades de Brasil y del mundo. En esa sociedad vigoraba el patriarcalismo, con los agricultores propietarios de anchas extensiones de tierra y muchos esclavos; y propiedades rurales casi autónomas, bien poco dependientes del núcleo urbanizado.
En este cuadro social como difundir cultura y educación se faltaban recursos humanos y financieros, pues desde el inicio de la colonización hasta la Independencia de Brasil (1822) las preocupaciones de las autoridades raramente se volvieron en esa dirección; y a partir del inicio del primer Imperio hasta la proclamación de la República (1889) el país enfrentó problemas de producción agrícola, de exportaciones, de deudas contraídas, revoluciones internas, guerra con Paraguay y todo el proceso que llevó a la abolición de la esclavitud con la consecuente transición para un sistema de mercado libre. ES evidente que la realidad Social, Económica e Cultural fue determinante para a ascenso y predominancia de modeles de comportamiento incompatibles con el romanticismo preconizado por los escritores y poetas. Los bellos romances y poemas eran leídos por pocas personas y raramente llegaban a las pequeñas y distantes localidades, donde ellos más se hacían necesarios y donde serían más útiles.


En el lugar del Amor se imponía una obligación; un gesto de indiferencia o un tabefe en el rostro como retribución a una caricia afectuosa; un látigo siempre pronto para punir una travesura de los
hijos, para endientar el modo independiente de pensar de la hija
soñadora y para opinar sobre el atrevimiento de la su mujer que osó manifestar uno disgusto.
La libertad de hablar o de opinar era exclusividad del patriarca.



Tanto en el pequeño feudo rural como en el tímido núcleo urbanizado el absolutismo patriarcal dictaba las reglas de comportamiento y hasta la etiqueta social. Si una autoridad o una figura relevante de la sociedad visitara la hacienda y quedara para dormir, el anfitrión mandaba una esclava, casi siempre una niña entre diez y doce años, ir pro cuarto del visitante “hacerle las ganas”. La dignidad de la mujer esclava siempre fue reconocida por su amo como uno mimo a ser ofrecido a los visitantes y, eventualmente, para su deleite personal. También nuestros dos emperadores, Pedro padre y Pedro hijo, tenían subalternos encargados de recorrer las haciendas e identificar niñas esclavas entre diez y doce años que serían llevadas al palacio para una noche en lo lecho de Su Majestad. El día siguiente la esclava recibía un presente y era llevada de vuelta a su propietario. (La explotación sexual de niños ya viene de larga fecha).
¿Cómo irían aquellas niñas entender el Amor se crecían bajo lo látigo del fautor?

¿Cómo comprender el sexo se eran violentadas para la satisfacción egoistica de una respetable autoridad?

¿Cómo entender la vida se eran sólo mercancías adquiridas en el mercado y podían ser negociadas a cualquier momento por sus propietarios?

¿Cómo tener esperanza se veían los hermanos de su color sean azotados, trabajando hasta la agotamiento; y el hacendero blanco violentando a la chicoteadas los propios hijos y esposa?

De la “senzala” no era de esperarse un aliento de esperanza para la salvaguardar el Amor. Aún así, expuestas a los castigos corporales y a todo tipo de humillación e discriminación, las mujeres negras intentaron. Cuando la amas, aún niña, no podía amamantar el hijo, una de ellas se hacía “ama-de-leche”; y para cuidar del hijo ya desmamado otra se hacía “ama-seca”.
¡Y con qué Amor ellas cuidaban de los niños! Y asistían la ama blanca, tratando las marcas que golpes y puntapiés le dejaban en el cuerpo; y amenizando, con actitudes tiernas y cariñosas, las heridas que permanecían en el alma. En los cuidados con los niños ellas crearon hasta vocabulario propio, enriqueciendo nuestro idioma. Así, cagar volcó hacer cocó; tomar el “mingau, la papa” del almuerzo, papá; dormir pasó a ser naná; y orinar se hizo hacer xixi.
¡Cuánta ternura venida de donde los hombres blancos menos esperaban! Ellas creaban comidas, dulces y licores deliciosos para agradar el amo y sus constantes visitantes – los elogios eran recogidos por el señor, nunca por la ama. Y con los restos de carne que eran enviados para la alimentación de los cautivos da "senzala" crearon la “feijoada”, que se haría uno de los platos más apreciados de la culinaria brasileña. Atendían a todos con inmenso placer y dedicación y buscaban satisfacer todos los gustos del amo y de la su esposa, pero, no escapaban del yugo implacable del azote, que vivía en la mano del señor feudal como un cetro a simbolizar su poder absoluto.

¿Como el Amor habría de sobrevivir en un ambiente social tan nefasto a sus sublimes emanaciones?

¿Con el romanticismo de los literatos recluso en las páginas de los libros a mofar en las estantes de unos pocos privilegiados?

¿Sin escuelas y con un medio social avieso y ajeno a la manifestaciones culturales?

¿Impidiéndose la libre manifestación del pensamiento de los niños y jóvenes y, consecuentemente, impidiendo toda y cualquier contribución que consiguiesen proporcionar a la evolución del tejido social?

Entenderemos mejor lo presente en partir de un estudio amplio y profundo del pasado, para entonces reorientar nuestro comportamiento con vistas al futuro que anhelamos para nosotros y para la sociedad.

João Cândido de Silva Neto

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