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Brasileño, pernambucano de Afogados de la Ingazeira, 56 años (viudo hay 11), 3 hijas, 4 nietas y un nieto, solitario, espiritualista

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sexta-feira, 30 de outubro de 2009

LA SAUDADE (*)

La SAUDADE (*)

¡Quedo muy satisfecho en oír tan sencilla cantilena, que presta a mi corazón fatigado por repisados enfados, los refrigerios de bálsamo siempre anhelados cuando me oponía a las dificultades de la vida a la cuesta de penosas andanzas por los largos y sinuosos caminos del Región! No que yo me queje! No señor, lejos de mí tan ingrato descomedimiento! Hasta puedo decir, sin embargos de contradicha, que guardo bellas y agradables recordaciones, como hilos de esperanza que la Saudade, siempre envuelta en confabulaciones – la Saudade, sí, esa sabe forjar confabulaciones – va cargando, cargando despistadamente, sin dar un motivo para sospecha del corazón y los órganos del cuerpo, hasta ajuntar aquel montón de cosas empiladas en lugar bien disfrazado.
En el inicio parecen cosas sin valía, lanzadas en la basura, sin alarde, por no tener necesidad. Y mientras todos los órganos del cuerpo juzgan de grande serventía esa supuesta demostración de celo, ella hace por capricho: da oídos de mercante a los rumores baldíos en su derredor y prosigue incansable en su paciente laborar. Si Saudade tuviera cuerpo físico, ese sería, con certeza, idéntico al de una hormiga Saúva.
Todo semejante, inclusive aquel su parte trasera reluciente y espichada que, en mi humilde evaluación, a hace acreedora del título de – con permiso de la palabra – Calipedia del Mundo Animal, con todo el respeto por eventuales opiniones más abalizadas que no me juzgo a la altura de contestar.
Exceptuadas en ese análisis o estropeo que las Saúvas causan cuando invaden una plantación, todo lo más en ellas es digno de afectuosos elogios: la organización, la división del trabajo, la dedicación a las tareas asumidas y la incuestionable persistencia.
Todo en ellas es elogiable – todo, todo. En el trabajo silencioso e agudamente laborioso Saudade y Saúva se asemejan. Mientras las Saúvas, impasibles a la inclemencia del tiempo e insensibles a la quejas del pobre labrador, acostan abajo toda una plantación para cargarle y aprovisionar el hormiguero; la Saudade organiza un archivo de recordaciones, reuniendo elementos dispersos - unos en el cerebro, otros en el corazón - transportándolos en orden cronológica hasta un espacio recóndito, imperceptible a los sentimientos y allí se lanza a un riguroso proceso de ordenación de ocurrencias que, previamente, obedece a criterios de analogía de los acontecimientos.
ES un trabajo meticuloso, exige sosiego, pero, tranquilidad y sosiego son cosas que Saudade tiene hasta para dar o vender, si así lo puedo afirmar. Perspicaz que sólo ella misma, pasa el día todo despistando, como quién no quiere nada, pero queriendo, asuntando todos los acontecimientos que los órganos del cuerpo transmiten al cerebro y al corazón. Y a la noche, cuando los órganos se desarman para consentir lo reposo del cuerpo material, ella, con su extremada dedicación, va hasta el dicho escondrijo – sólo ella sabe dónde queda – y en el secreto imperioso comienza a ejecutar la segunda parte de su tarea. Investiga pasivamente el corazón y el cerebro, ya que no le interesa registrar sino hechos que tocan el corazón, impregnados por las energías de los sentimientos. Aprendizaje intelectual es trabajo del cerebro, Saudade no se envuelve con esto, no señor.
Ya transcurrido algún tiempo que Saudade pasó a trabajar menos y aún aumentó su rapidez y eficiencia, pues adoptó técnicas de administración de Harvard y ya domina con maestría los fundamentos de la automatización.
Para ella es cómodo. Captura los conocimientos en el propio cerebro, hace a su jeito las adaptaciones necesarias y, prontamente, el nuevo método está instaurado. Todo eso acontece dócilmente en el transcurrir de una vida. El individuo ni se da cuenta de que sus pasiones, viajes, correctas implicaciones, mismo procedimientos a veces indecorosos, está todo documentado en archivo recóndito, que sólo podrá ser abierto y consultado por él. Archivo de Saudade no puede tener el sigilo infringido por determinación legal. ES cosa de foro íntimo. Las razones del corazón son siempre ignoradas por la propia Razón, pero la Saudade – siempre envuelta en confabulaciones, como yo ya dije – con la ligereza que le es propia, recorre todos los meandros de los sentimientos descifrando las ansiedades del alma, de cuyos aspectos íntimos retira la energía con que permea toda la depurada elaboración de su archivo. Todo esto sin que el dominado perciba o haga evaluación de las implicaciones. El archivo va siendo organizado lentamente, sin conocimiento del principal envuelto.
Minuciosamente compuesto, cada detalle en su respectivo espacio, como un interrogatorio policial: lleno de relatos, fotos, nombres y testimonios de personas, locales, fechas, todo rigurosamente ordenado. Una primorosa composición artística de enaltecida graciosidad.
Pero, el tiempo pasa sin que se perciba su lento transcurrir. El trayecto, aunque desconocido, ya no ofrece misterios, pero, delante de las afrontas sorprendentes de la jornada es aconsejable amenizar el paso para pisar con la prudencia recomendable.
Los obstáculos del camino pasan a ser enjergados con la necesaria antecedencia y las precipitaciones, antes frecuentes, son ahora más distanciadas. Aún se tropieza, pero ya no se cae. ES un consuelo.
Una soledad angustiada comienza la despuntar a los primeros indicios del atardecer de la vida. La juventud quedó para tras; aún espiando bien ya no es posible vislumbrarla en la curva más próxima de la carretera.
Aquella ansiedad alborozada, que muchas veces impelió la vida a desastrados atolladeros, exhibe ahora los suaves contornos de profundas y depuradas reflexiones.
Las intensas y exhaustivas dificultades fueron superadas por la constancia del esfuerzo.
Fantasías extremadamente insensatas que daban embasamiento sueños y devaneos desproporcionados se rindieron a la dialéctica del equilibrio y aceptaron encabrestar la ponderación.
Antiguos resentimientos, casi siempre desagraciadas, fueron mitigados por la delicadeza y espontaneidad de los sentimientos madurecidos.
La mente, extenuada por borrascas de desavengas amorosas, ya no aliñaba conchabos; y del corazón, desolado por frustrados afectos, se oyen sencillos y torturados suspiros por antiguos amores, entrelazados por discretos rumores de inolvidables envolvimientos.
La memoria, exhibiendo abundancia de fragancias agradables, siente que el corazón bate descompasado, como si flagelado al azote de fautor, sucumbiese a las exacerbadas inferencias del inconformismo.
La vida prosigue lentamente. La mente, atenta, clama por la indispensable substancia revitalizante. Ya se avistan las sombras del atardecer. La memoria investiga hechos registrados, busca localizar subsidios para avivar a llama de la Esperanza. Sí, es mismo, la Esperanza... ¡He ahí la solución! ¡Bienaventurada Esperanza! ¿Pero, donde existirá la Esperanza? Ninguno de los órganos del cuerpo a vio. Se sabe sólo que existe aunque nadie le conozca la forma o apariencia.
Se consultan nuevamente los registros. El tiempo pasa. La criatura humana comienza a padecer desdichas desmedidas. Alguien vivifica la energía de la vida. ¿Fue ella, la Esperanza? No, no fue. Fueron los pulmones. ES trabajo de ellos el proceso fisiológico de recibir la sangre con baja tasa de oxígeno y efectuar una alteración gaseosa impulsándolo a proseguir en su viaje con energía revivida. ¡“Mientras hay vida, hay esperanza!”, alguien grita allá en el fondo. Sí, pero quien dije esto haga el favor de ayudar a encontrarla. De momento sólo tenemos el deseo de encontrar la esperanza y el consuelo de saber que la esperanza es la última que muere. Por lo menos es lo que se oye decir. Necesitamos que sea localizada antes de eso. ¡Pero llega de redondeó! Esa conversa sin fundamentos no lleva a ningún lugar!
Continúan las búsquedas, agitadas por los murmurios de los que afirman nunca tengan oído siquiera rumores, y otros que sostienen haber registros de ella en el cerebro. Mientras esto el corazón se agita como si demostrara efectos de aflicción. En conclusión la memoria grita: Eureka! Todos corren ansiosos en su dirección. Ella hube localizado registros del mitológico héroe Prometió y se apresura a narrar los hechos. Todos quieren la oís.
Lo Todo-Poderoso Júpiter, soberano del Olimpo y padre de los dioses, hube remitido a Prometió, como castigo por sus actitudes que los dioses repudiaran, una joven y núbil doncella llamada Pandora, cuyo nombre significa “poseedora de todos los dones”. Pandora llevaba una embalaje ofrecida pelos dioses, pero, con la recomendación de en ningún tiempo ser abierta. Sospechoso del embuste, Prometió encaminó la joven a su hermano que, enamorado, se casó con ella y cayó en la trampa: abrió la caja. De ella huyeron todas las desgracias que hasta hoy vaguean por el mundo excitando las pasiones de la pobre raza humana: hambre, peste, miseria, guerras y destrucciones, etc.
Exasperado, él cerró apresuradamente la bendita caja, trancando allá dentro, bien en el fondo, la única cosa buena que en ella había – la Esperanza. ¡
¡Entonces es de ese jeito! La Esperanza está archivada dentro del Ser humano! Por eso nadie encuentra la dañada! ¿Pero, espera ahí, está guardada o segregada? ¿Y lo que importa? De cualquier forma se encuentra en local incierto y no sabido. ¡ES sí! Tomó infusión y nadie más a vio.
La memoria convoca los órganos para una operación de búsqueda muy rigurosa en todo el cuerpo. Ellos acorren dispuestamente al llamado y las tareas son rápidamente distribuidas y asumidas.
“Sabor” investigará de la lengua hasta el recto, todo y cualquier local, minuciosamente. “Olfato” irá a ayudarlo con su ancha experiencia en probar e identificar fragancias y hedores. Nunca se sabe, la Naturaleza humana tiene sus misterios...
“Visión” quedará de ojos arreglados, atentamente a todo que captar, examinando cualquier imagen antes de liberar para impresión. “Tato” y “Audición” vigilarán el sexo opuesto, principalmente se las epidermis se aproximen muy u ocurran desencuentros y tumbos. Necesita traer la piel bajo bastón. ES siempre ella la primera a excitar las sensaciones que dan un trabajo de los diablos a los órganos del cuerpo.
Tiene que confiar desconfiando de cualquier aproximación. La inmoralidad acostumbra presentarse nutrida de afectos, aunque moralmente esquelética, siempre con aquel jeito ingenuo, llevando un inocente cesto color-de-rosa transbordando mimos y afabilidades. Desliza con suavidad y ternura como que cambiando en el espacio aéreo y aún balancea las ancas para excitar los ingenuos, siempre expuestos y vulgarizados. ES preciso no descuidar de parejas susurrando y mirando de lado; y filtrar, aún a exagero de celo, cualesquier susurros y sonrisos depositados con exceso de generosidad en oídos extraños. El Ser humano acostumbra sorprender...
¿Pero, adonde fue parar la Saudade? Donde será que aquella zafada se metió? Siempre está por aquí, trabajando silenciosa, ajuntando cosas... ¿Ajuntando cosas? ¡ES esto, ella ajunta y guardia! Localicen la Saudade! Comienzo a creer que ella es la llave del enigma que nos intranquiliza. Con certeza ella guarda en algún lugar secreto todo la que recoge. Como ella recorre todos los órganos del cuerpo ajuntando cosas que nos parecen disfraces, con toda la certeza elaboró un archivo misturado con las energías de los sentimientos. ¡Pueden apostar, ese archivo es la fuente de la Esperanza!
Excitados por esa nueva y auspiciosa configuración los órganos no tardan a localizar la Saudade, colocándola frente el frente con la memoria. Sin cuestionamientos o mayores obstrucciones ella revela su rico acervo. ¡Y qué acervo!
Está todo allá, la base fundamental de la esperanza, que ahora será franqueada al cerebro, a la memoria y a todos los aspectos del alma. El Ser humano no más será sacrificado. El archivo de la Saudade, pacientemente elaborado, permanecerá abierto a las consultas necesarias para amparar la criatura humana, despertando y promoviéndole la esperanza e incitando-le la disposición para proseguir.
El Ser humano se anima. Ya no se le presenta sombrío el atardecer de la vida.
Sus fuerzas son rejuvenecidas. Le invade nuevamente la gana de vivir y sus pasos se firman exhibiendo una renovada vitalidad.
Seguirá caminos nuevos, aún aturando el antojo implacable de las agruras inclementes que campean a las ribaceras...


(*) SAUDADE - Palabra sólo existente en la Lengua Portuguesa, cuya traducción aproximada sería Nostalgia, Melancolía, Añoranza, Recuerdo.

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