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Brasileño, pernambucano de Afogados de la Ingazeira, 56 años (viudo hay 11), 3 hijas, 4 nietas y un nieto, solitario, espiritualista

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sexta-feira, 23 de outubro de 2009

SU BÚSQUEDA

Caminando al azar yo insistía en vislumbrar una tenue imagen que estaba allá. Estaba sí, yo a podía avistar. El ansia de alcanzarla me hacía proseguir sin parar, aunque ya avanzara en el límite del cansancio.


El Sol, con su luz esmorecida, ya se omite en el ocaso; y una brisa rápida y pasajera es el único soplo de esperanza.

En vuelta un silencio infinitamente volumoso, inmenso de incontidos deseos.

Los pasos vacilantes indican la dirección, pero la incertidumbre de la trayectoria se orienta por la brújula de la ansiedad inquieta.

El objetivo no está claro, la ansiedad sólo indica que es para allá; pero inexorablemente grande se hizo la necesidad de proseguir.

La conciencia intenta alimentar la esperanza antes que, aliquebrado, el cuerpo se prostre exangue.

Las nubes desaparecieron. Las sombras sólo existen en la también árida paisaje de los sentimientos ya casi desfallecidos. Recuerdos de una mañana la chover; deseo de sentir el calor del Sol matinal, de ver los insectos pausando en las flores aún orvalladas. No tengo el coraje de asestarme por algunos instantes.

Sé que me depuro cada tramo del camino; inmundicias se desprenden de mi equipaje y van quedando enterradas en el suelo arenoso y estéril que, indiferente, registra mis cogidas.



El sufrimiento purifica...

La soledad incentiva la búsqueda...

Inquietud sostiene la caminada.



Fauna y flora desaparecieron:

Sería Primavera? Habría flores.

Sería Invierno? Sentiría frío.

Sería Otoño? Cholería frutos.



Al frente más arena para pisar - en el desierto no se cultivan flores...

Las aventuras irrequietas del pasado formatean ahora el caos que si presenta colosal, como escombros de mí aún a vagar.

El orgullo se desmorona; la exaltación se desmoraliza. Resquicios de maguas empodrecen; brotan señales de arrepentimiento en el lodo de la incomprensión.

El sueño elabora un cántico que parece bajocar en los estertores de la tranquilidad violada, sacudida. Intento eliminar o, por lo menos, reducir el dolor que insiste en repeler la suavidad; clamo por la ternura que, denotando neutralidad, me da la espalda, insensible a mis langorosos llamamientos. Del fondo del alma no emergen confortos de bálsamo; del corazón

buceado en intensos dolores no aflora una oración consoladora.

Como extraer un milagro de la arena cálida, donde la vida se confirma como sólo un enigma indescifrable?

Contemplo el cielo sediento, sin nubes la bolar….

Firmamento límpido a cansarme la mente esperançosa. Si al menos pudiera apresurar el paso...

Me vienen a la mente, acuñadas, nostálgicas sensaciones de diáfanos desprendimientos, saudosos soliloquios de elocuente contemplación.

Sueños desconexos me invaden de asalto y permanecen pululando en la conciencia como piezas de uno quiebra-cabeza que las emociones, abordonadas, desistieron de intentar montar.

En la etérea lassidão de mi corazón sentimientos desarmonizados me embriagan, conturbando la frágil perennidad en que creo y que me alimenta.

Intento, por una fresita del tiempo, dar una espiadela en el pasado, pero una densa bruma me causa vértigos de desconsolo y náuseas de incomodidad inapropiada. Sé que me resta la esperanza, pero este es un río que corre solitario, sin afluentes y la expectativa de alcanzar el estuario es una idea espantosa.

Me falta la fuerza, voy a la cama agotado. Una suave brisa me acaricia, una luz rosa y lila me rodea. Percibo ahora, después de lenta y estafante caminada, que una relva florida me sirve de aconchegante lecho en forma de corazón.

Relajarse y sentir el pulso rítmico. Una gran paz me llena, una luz plateada e me ilumina ahora...

Quiero aprovechar la calma y la suavidad del momento. Miro a mi alrededor y reconozco mi cuerpo. Me doy cuenta de que esa búsqueda ansiosa de la paz y la felicidad, el confort que necesitaba era el refugio ofrecido por mi propio corazón. Había una ancha y cansativa viaje, pero el precioso aliento estaba ahí dentro de mí, pulsando continuamente - tun, tun, tun...




Los primeros rayos de sol, la audacia, ya penetrar en el vidrio.

Una renovada energía marca aquel momento de suave y poético reencontro.

La vida sigue su curso. La noche es sólo una pausa. Parar las fuerzas de la restauración y alimenta los sueños. Los sueños que determinan la dirección y el ritmo de la vida. Se extingue la vida y se renueva, renace de los sueños que se desvanecen a medida que fortalecer, produciendo las cenizas-semilla de áureo despertar; sueños adónde usted viene en mi dirección. Donde puedo avistar su figura a caminar al lejos, muy lejos, a finales de esta extensa llanura desértica que penosamente recorro.

Los sueños mueren y renacen. En este interminable soñar busco la perennidad de mi sueño. Voy alternando largas caminadas con rápidos descansos.

Con cada búsqueda me detengo en mi corazón. En él yo relajo, descanso, recompongo las fuerzas, acuerdo y… me veo aquí, sentado delante de la tela de este ordenador.



João Cândido da Silva Neto

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